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miércoles, 13 de octubre de 2010

la gente esta muy mal

Bonifacio Estarlux, ingeniero de telecos residente en Cuenca, vivía acuciado por dos problemas: la crisis galopante, que ya le quitó la empresa y estaba por arrebatarle el piso, y la constante intromisión por vía telefónica de una pertinaz, sadista, y a todas luces inmune a los insultos empresa de telemárketing, empeñada en proponerle una nueva oferta de mierda cada día de la semana. Negativas, bloqueo de números, amenazas de muerte, nada servía contra la plaga. Bonifacio no podía desconectar el aparato: ¿por dónde llegarían entonces nuevas ofertas de empleo? ¿Por qué tenía él que atrincherarse en su propia casa? ¿Por qué el teléfono no le permitía defenderse con un buen ataque? Entonces surgió la idea.

Su inventor volatilizó un call-center con el bombazo de prueba, matando a 37 personas, pero al ser todos ellos teleoperadores, no hubo cargos.
Ya es sabido que la crisis aguza el ingenio (por eso en España nos sale la astucia por el culo, no te jode). Trabajando sobre un viejo telefax que tenía en el desván, Bonifacio inventó un aparato capaz de la transmisión de voz, datos y ondas macrotérmicas. Estas últimas, creadas por un generador que añade al teléfono un bulto extra del tamaño de una nevera, pueden transmitirse por vía telefónica y traducirse al otro lado de la línea en forma de explosión de energía. Bonifacio lo ha llamado “misil a domicilio”.

La misma empresa de telemárketing se presentó voluntaria para la primera prueba. Llamaron al hogar de Bonifacio el 4 de febrero, a las 21:00. Hablaba una tal Yénifer. Se preguntaba si al señor Estarlux le interesaría un pack de llamadas nacionales + ADSL + croquetas por 40€ al mes, contratación de móvil y tres mil años de permanencia. Bonifacio Estarlux pulsó el botón rojo. En algún suburbio de Bogotá, una explosión equivalente a seis kilos de C4 volatilizó un call-center y derribó el edificio en que se alojaba.

Bonifacio fue acusado de acabar con la vida de 37 personas, pero al ser todos ellos teleoperadores, no hubo cargos. (Amigos teleoperadores, sabemos que diréis que sólo hacéis vuestro trabajo, pero esto es cierto: vuestra vida deja de tener valor legal en cuanto firmáis el contrato. Lo dice la letra pequeña.)

La patente del misil telefónico ya le ha dado a Bonifacio más millones de los que un humano puede concebir. Otro ejemplo de cómo superar las penurias económicas con ingenio y espíritu constructivo.



http://www.eljueves.es/2010/02/20/inventan_telefono_que_permite_matar_teleoperadores_distancia.html

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